En tiempos de las grandes persecuciones e inicuas leyes restrictivas, las que prohibían a los Valdenses poseer terrenos fuera del estrecho círculo de los valles más elevados, no pocos millares de ellos se habían decidido a emigrar, yendo a fundar – como hemos visto – importantes colonias, desde los siglos XIV y XV, en Provenza, en Calabria, en los Alpes y, entre el XVII y el XVIII, en Alemania.
También en la primer mitad del siglo XIX muchos habían tenido que emigrar en busca de trabajo, de tal manera que, en una estadística de 1844 figuran 1080 valdenses, sobre un total de 22458 almas, establecidos fuera de los Valles, en su mayoría en la Francia Meridional. Pero habían ido allí a la desbandada y con la esperanza de volver tarde o temprano a la patria; no se trataba, pues, de emigración organizada y definitiva.
A partir de 1848 ninguna restricción legal impedía ya a los Valdenses extenderse a las Comunas por ellos ocupadas otrora en la llanura; mas, para que tal facultad pudiese dar un desahogo adecuado a la exhuberancia de la población, era menester que, ante todo, las familias dispusieran de las sumas necesarias para la compra de los terrenos. Ahora bien, precisamente desde 1850 a 1854 hubo una serie de malas cosechas, por lo que la crisis se agravó de tal manera que hizo imperiosa y urgente la necesidad de resolverla mediante la emigración.